El cetro simboliza la suma del poder, por ejemplo: el bastón de mando. Pero un bastón no es mucho más un símbolo y por más que se lo apriete, sacuda o esgrima no consigue hacer del príncipe un sapo, de la regente un sujeto de la Constitución y mucho aún doblegar la voluntad de los pueblos en caso de que tal cosa fuera posible. El cetro puede ser grande, corto, ancho, gordo, brillante, liviano o más pesado; con o sin empuñadura de plata y brillantes. Los hay de marfil, jade, carey y hasta de pino de Nueva Guinea. Algunos pueblos de la antigüedad enterraban a sus líderes con cetro y todo lo que permitía suponer el fin de un poder real. Claro que ese no es el caso de las democracias occidentales donde por más que se entierre al sujeto el objeto acaba irremediablemente pasando de manos. Una pelota también puede ser ese objeto, algo así como un bastón que es lo que, precisamente, habrá de pasarle Bush a Obama el próximo 20 de enero en una poco sencilla y seguramente muy emotiva ceremonia.