Por Eduardo Montes-Bradley
Amanecí con los titulares que anunciaban la muerte de David Viñas en un hospital lejano con nombre de gaucho. Lo primero que pensé fue cómo evitar que la realidad invada el exilio de 30 años de su hermano Ismael. El otro desafío era tratar de interpretar las manifestaciones de amor y de odio propiciadas por esa muerte. Entre unas y otras opté por los últimas, que en definitiva nos distinguen. Digo: No somos noruegos. El desprecio que muchos intelectuales evidencian por la inteligencia es una particularidad que nos es propia. Suena el teléfono y escucho decir que Jorge Asis es un canalla por celebrar la muerte de Viñas. Recibo un mail que justifica al anterior diciendo que David lo había lapidado y que la Sharia es ley. Sospecho que Asis disfrutó de esa venganza que no es menos cruel que la crítica. Digo: Todo esto no es muy distinto al juego que perpetúa González al intervenir para que Vargas Llosa no se asome por la Feria del libro, o las interminables descalificaciones que dominan las escena desde el arribo de la primer imprenta al puerto al puerto de Buenos Aires. ¿O empezó antes? Me gusta pensar que el juego pudo haber comenzado en una de las mesas del Bar La Paz -aunque seguramente fue en algún tugurio de plaza Mayo frecuentado por Hernández- y que en ese juego el que muere último gana aunque tenga que pagar las ginebras que se bebieron los demás. De ser así, de ser un juego, no debería interrogarme por las particularidades de una muerte sino de todas. Fogwill despreció sin piedad, sin embargo su muerte no parecía tolerar retintines que los hubo, y también hubieron inciensos de sándalo y copas alzadas del modo en que hoy Asis levanta su teclado anunciando la muerte de un enemigo que lo tenía por tal. El Bar La Paz fue un cuartel, la cultura un campo de batalla y todo se acaba convirtiéndose en folklore, Hombres de a caballo disputándose una mina, una idea, una frase ingeniosa. Seguramente hay más que eso, pero no se me ocurre nada. Hoy pienso en la muerte del hermano menor de Ismael, en el hijo de una mujer de armas tomar que vino de Rusia, en el escritor que despreciaba.