Se cumplen pronto 100 años del motín abordo del acorazado Potemkin, y 75 del estreno de la versión oficial de los hechos filmada por Sergei Eisenstein, que exaltó el alzamiento como la gesta festiva que inició el derrumbe de la tiranía zarista. Largamente eclipsada por la euforia de las imágenes del cineasta soviético, la realidad his-tórica empieza a salir a la luz, y no autoriza mayores celebraciones. El episodio Potemkin se parece más a un Via Crucis sangriento y desola-dor que a una fervorosa utopía realizada. Radar revela por primera vez el lado oscuro y real del acorazado más famoso del mundo (fugas, hambre, sangre, mala puntería, fusilamientos, diásporas) y cuenta todo lo que padecieron sus seiscientos setenta tripulantes y sus doce mil seiscientas toneladas de hierro cuando las cámaras de Eisenstein no esta-ban ahí para filmarlos.